Hace unos meses, parte del equipo de Transeúntes comenzó una profunda investigación sobre la impresión 3D y cómo esta tecnología podía influir en la salud pública de la Argentina. Después de charlar con especialistas, empresarios, investigadores y personas que hoy disfrutan de su prótesis, analizamos las vías posibles de financimiento y continuidad de los desarrollos.
Por Bárbara Dibene
Investigación conjunta con Álvaro Vildoza e Inka von Linden
Fotos: cortesía de Solene Borja
Una de las preguntas que surgen alrededor de la impresión 3D en su relación con la salud es quién debería tomar la posta en cuanto a control e inversión. La compañía de I+D (investigación y desarrollo) Darwin Research decidió que el crowdfounding era la respuesta y lanzó la campaña ManoxMano para solucionar el total de los casos. “Tengo 500 en este momento, amputados desde el último dedo del pie hasta la clavícula. Para hacer algo necesito fondos y así desarrollar soluciones a medida que, para mí, es el enfoque correcto”, asegura Rodrigo Perez Weiss, uno de los fundadores y quien comenzó con este emprendimiento a partir de caso de Felipe Miranda.
Con el 100% de la recaudación, se promete resolver 60 casos e incorporar profesionales para desarrollar soluciones de robótica aplicada y ortopedia tradicional combinada con impresión 3D para lograr atender al resto de los afectados. Si este porcentaje se supera, el equipo es más ambicioso y asegura: “Vamos a poder desarrollar una línea de soluciones de ortopedia moderna y económica, para poder resolver el problema a nivel nacional”.
Por otro lado, a más de 8 mil kilómetros, el doctor en Fisiología del Ejercicio Jorge Zuniga encuentra en la Universidad de Creighton la contención necesaria para llevar adelante sus desarrollos. “El punto de vista de mi universidad ha sido cuidadoso. Nosotros consultamos con el FDA antes de dar las manos a la gente que las necesita y decidimos empezar un estudio de investigación. Entonces recibimos la aprobación del comité de ética aquí en USA, y la Cyborg Beast fue catalogada como instrumento de experimentación”, declara Zuniga, quien se prepara para un futuro debate con estas instituciones sobre la realización de aparatos biomédicos con impresión 3D.
Otro caso para analizar es Biofabris, en Brasil. Este organismo, avalado por el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología, se caracteriza por el trabajo multidisplinario con universidades y otros centros de investigación que buscan desarrollar materiales biocompatibles y adecuar la tecnología 3D para la producción de dispositivos médicos. Durante el último tiempo han lanzado seminarios y cursos de perfeccionamiento, editado libros escritos colaborativamente y desarrollado un programa de divulgación para que la gente sepa de la importancia de la tecnología aplicada a la medicina.
Frente a todas estas opciones, falta ver cuál será la actitud del Estado Argentino y si serán favorables las condiciones para emprendimientos de este tipo que requieren supervisión y apoyo por su impacto social. Desde Trimaker, Alexis Caporale lo resumen bien:
“Hay rechazo, hay miedos, hay críticas, improvisación y eventualmente ocurre la innovación. Así funciona el mundo”