En el 2013, Verónica Álvarez Rivera, Laura Ormando y Alejandra Alliende comenzaron un proyecto de lectura que fue creciendo e impactando en cientos de niñas y niños que atraviesan un proceso de enfermedad, sus familias y hasta el personal médico y no médico que ansiosos esperan sus historias. En marzo recibieron un importante premio internacional y ahora piensan en cómo expandir su idea.
Por Bárbara Dibene//Video: ÁlvaroVildoza
Fotos: gentileza de Casa Cuna Cuenteros
Un par de veces al mes -las más esperadas-, las salas de espera y otros espacios del Hospital General Pediátrico Pedro de Elizalde (ex Casa Cuna) de la ciudad de Buenos Aires se convierten en punto de encuentro, en fogata, en ese momento antes de dormir en que todo se siente bien y te dejás convencer por el sueño. La razón son las historias que llegan de la mano de los cuenteros, voluntarios llenos de energía y cariño, y que se vuelven un lazo entre los pequeños pacientes, sus familias y todos los habitantes del hospital. Es el momento para tomarse un tiempo y dejarse llevar.
Con cuentos, poemas, susurros, juegos, adivinanzas, rondas y el libro siempre presente, el proyecto nacido en 2013 de la mano de Verónica Álvarez Rivera, Laura Ormando y Alejandra Alliende, tiene como objetivo promover la lectura dentro de un cuadro de promoción de la salud. “Buscamos recuperar en los chicos, aunque más bien en todos, la fantasía, la imaginación y el juego, que con los procesos de enfermedad se ven detenidos”, explica Laura, que es psicóloga, ejerce en el Hospital y lleva adelante el rol de enlace institucional y apoyo emocional y supervisión psicológica de los 17 cuenteros voluntarios que hoy conforman el staff.
“Nosotros pensamos en esos niños y familias en el Hospital que van a hacer sus tratamientos, a esperar a su doctor o que a veces tienen que quedar internados. Y en que una historia no se le niega a nadie”, sigue la profesional y destaca que de esta manera, incluyendo a todo aquel que quiera participar, se promueve “establecer el lazo con el otro, que el otro no sea un extraño que espera al lado mío hasta que lo llame el doctor. Sino que sea un compañero de lecturas”.
¿Y quiénes son los cuenteros? Voluntarios que llegaron gracias a los talleres de las narradoras profesionales Alejandra y Verónica, a partir de un evento anual de apertura del espacio a la comunidad docente para que puedan participar, y también por contacto mediante redes sociales. Algunos se dedican a la narración como profesión, pero también los hay docentes, comerciantes, artistas y una musicoterapeuta. Los une las ganas y la capacidad de contar historias con el soporte del libro.
“Para mí ser cuentera significa aportar un granito de arena para la restitución de derechos de la infancia, al acceso al juego y a un bien cultural como la lectura”, responde Alejandra con emoción, y nos habla de la importancia como grupo de reconocer y poder conversar sobre las “perlas cuenteras”, que son aquellos efectos que pueden ver al momento de su intervención. “Una perla cuentera es por ejemplo que un niño se ponga a llorar porque viene el doctor, no porque lo tenga que atender, sino porque no se quiere perder final, y nos pide que lo esperemos para que después se lo contemos”.
Y Laura agrega: “Otro efecto que vemos es que los niños se convierten en cuenteros. En el mismo momento es sorprendente ver cómo por ahí uno le cuento al otro, o le dice a otro ‘eso no es así’, se pelean por contar la historia. Empieza a haber una participación activa. Eso es un rol fundamental para tener en cuenta en la infancia. Para darle a los niños”. También reconoce como efecto que las familias empiezan a participar desde un lugar de juego, que el cuerpo y la escucha se empiezan a despertar. “Hay muchos papás que no saben jugar con los hijos porque ellos mismos no jugaron. Entonces empiezan a aparecer estas situaciones donde otra vez de lo que se trata es de abrirles las puertas para las historias, para el juego, para que se puedan conectar en un lugar donde de por sí las esperas, el tiempo no es a veces agradable. No es la escuela, no es una feria del libro, ni un cumpleaños. Están esperando porque algo pasa con la salud”.
Los comienzos
El proyecto de “Casa Cuna Cuenteros” fue tomando forma con el correr de los años y su nacimiento tuvo algo de inesperado. Según recuerda Laura, todo comenzó en la Feria del Libro Infantil de 2012, donde ella participaba como escritora, Verónica narraba un cuento de ella, y Alejandra también estaba narrando. “Nos cruzamos, nos presentamos y Verónica me preguntó quién iba a contar cuentos al Hospital. Nadie, le dije, porque la verdad era eso. Entonces ella lo habló con Alejandra, que en ese momento tenía un grupo de alumnos con los que venía trabajando, y vinieron al Hospital un julio muy frío, y nunca más se fueron”.
Luego, en el intercambio y tras prueba y error se fueron pensando los detalles de las “contadas” y el dispositivo general. Los cuenteros tuvieron que aprender cómo funciona el Hospital, sus tiempos, sus modos y formalidades, y también a escuchar sus propias necesidades y energía: ¿Dónde me siento más cómodo contando? ¿Hoy me siento bien para estar al servicio del otro? Esas sensaciones también son las que comparten en encuentros mensuales en las que se habla de las perlas cuenteras y se ponen en común las relatorías y fotos de cada contada, que suelen ser dos o tres veces al mes por la mañana, y de la que participa un pequeño grupo que llega con sus bolsos llenos de libros de cuentos.
Los cuenteros “van muy entusiasmados y salen muy entusiasmados. Como dice una de las chicas: “con el pecho hinchado de amor”, y eso es lo que uno celebra”, dice satisfecha Laura y refuerza “porque hay que poder estar tanto tiempo en un ámbito como el hospital sin ser profesional de la salud. Yo elegí trabajar en el hospital, pero ellos están eligiendo contar historias, ir a hacer una actividad voluntaria, entonces es absolutamente admirable, de mi parte es toda admiración hacia ellos”.
Y ese cariño no pasa desapercibido para las familias, que a medida que los fueron conociendo empezaron a pedirles consejos sobre libros para incorporar a las bibliotecas de sus casas, y les agradecieron por cada encuentro y diálogo compartido, tanto en persona como a través de la página de Facebook, que en plena pandemia se convirtió en el canal fundamental de comunicación. Por allí, hoy comparten videos con algunas lecturas y recepcionan decenas de mensajes de aliento.
Laura explica la situación actual: “Yo estoy haciendo acompañamiento a los profesionales que están trabajando en la institución. Entonces se me ocurrió que ellos también necesitan un poema, un pedacito de literatura, y vamos a armar la cesta cuentera. Entonces cada cuentero está subiendo poemas, están haciéndome llegar poemas que les gustan, que les parece que pueden ser lindos para que los profesionales escuchen, tanto de la salud como los administrativos, la gente de limpieza, de mantenimiento, que siguen estando, son los que trabajan y sostienen hoy en día el hospital”.
Un premio al esfuerzo
En mayo de este año, en plena pandemia y cuarentena, los Cuenteros recibieron el Premio IBBY-ASAHI de promoción de la lectura, muy importante a nivel internacional ya que es uno de los tres reconocimientos que entrega en forma bianual la International Board on Books for Young People (IBBY). Los otros dos son el IBBY-iRead al promotor de lectura y el Hans Christian Andersen.
Respecto a cómo llegaron a ser candidatos, Laura recuerda: “El año pasado desde ALIJA, que es la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil de Argentina, nos llamaron y nos preguntaron si estábamos dispuestos a ser candidatos. Les dijimos que sí. Había que trabajar mucho y trabajamos mucho. Ellos nos patrocinaron, nos acompañaron y llegamos con este resultado que realmente fue muy inesperado y emocionalmente abrumador”.
Laura aclara que a ella le avisaron antes del anuncio de los resultados, y que inmediatamente se lo comunicó a sus compañeras de coordinación, pero no los cuenteros, para “que se sorprendan”. Sin embargo, saber con anticipación del resultado no le quitó toda la magia a ese momento en el que dijeron su nombre. “Yo lo escuché en el hospital. Estaba en pase de los pacientes y le dije a mi jefa que necesitaba escuchar el anuncio. Ella y mis compañeros, divinos. Con el barbijo y las máscaras puestas paramos el pase y escuchamos. Fue una emoción realmente muy grande. Este premio es de ellos. De todos. Somos un grupo, pero realmente el trabajo que los voluntarios hacen de venir, de levantarse temprano, viajar apiñados en el tren o colectivo, llevar sus propios libros y donar su tiempo, es realmente loable”.
Y Alejandra, que también lo supo antes pero igual esperó ansiosa el anuncio, sumó: “Estuvimos separados pero unidos escuchando la noticia. Cuando terminó hicimos enseguida una reunión de Zoom para celebrar. Es una hermosa noticia y nos impulsa a seguir”. Ese cómo seguir ya tiene algunos lineamientos muy motivadores. Según explicaron, esperan poder hacer capacitaciones para replicar el proyecto y poder generar algún material con el sustento bibliográfico de la experiencia. Y así, de a poco, armar una red de literatura, salud y muchas ganas de compartir con el otro.
Cuando los peligros de la pandemia den tregua, seguramente no tardarán en escucharse las pequeñas voces en el Hospital General Pediátrico Pedro de Elizalde. Todas gritarán al mismo tiempo: “Ahí vienen los cuenteros, ahí vienen los cuentos”.