Por Bárbara Dibene
Las vacaciones nos regalaron un tiempo infinito que se nos fue, probablemente, descansando cada uno a su manera. Pero dudo que en algún momento, en una de las tardes calurosas que padecimos los platenses, no hayamos leído lo que sea que tuviéramos a mano. Un libro olvidado de cuentos, una novela larguísima, los apuntes para marzo (con suerte).
En mi caso, Roberto Arlt se me apareció con sus Siete Locos, una novela exquisita que retrata las miserias humanas y se convierte en una profecía de lo que será la década infame del `30. La historia se centra en Erdosain, un hombre pobre y gris que comete un robo en la fábrica en la que trabaja. Para no ser descubierto, se desespera en la búsqueda de quien pueda darle un préstamo. Es así que llega al Astrólogo, el líder de una organización que busca la revolución. El resto es un placer, Erdosain comete soliloquios que merecen ser aplaudidos y se empapa de la nueva ideología que le presentan.
Por supuesto, luego de leerlo vamos a querer más. Es así que llegaremos (tal vez) a Los Lanzallamas, la continuación que Arlt pensó para los curiosos. En esta parte se concreta el plan de revolución, y cada uno de los personajes se enfrenta a sus decisiones. Erdosain es nuevamente el protagonista y sufre la locura de la soledad y su amargura natural hacia la vida. ¿Recomendables? Muchísimo, Arlt hace fácil meterse en la piel de un hombre que se sigue preguntando por qué vivir.
Otro que vino hasta mí fue Julio Cortázar con Historias de Cronopios y de Famas primero, y con Rayuela después. Surrealismo, propuesta de juegos con el lector, ambas absolutamente fascinantes en su forma de encarar la narración. En Historias de Cronopios y de Famas tenemos un surtido instrucciones, ocupaciones raras y material plástico. Imposible no llorar siguiendo las instrucciones del autor con un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza (…), imposible.
Rayuela, por su parte, es un juego exquisito. Leída de corrido o como en Elige tu propia aventura, se convierte en un entretenimiento asegurado. La trama gira en torno a Horacio y la Maga, dos exiliados, él argentino y ella uruguaya, que se encuentran viviendo una vida prestada en París. Cada uno con sus miedos, sus prejuicios, y su forma de construirse el mundo tienen una relación fuerte y ecléctica. Rayuela es para leer con tiempo, con ganas, y con un diccionario de francés al lado.
Desde luego, me llegaron muchas más historias (prestadas y sugeridas) para disfrutar. Mario Benedetti vino con La tregua y La borra del café, con sus cuentos completos y esa forma maravillosa de decir. También Roberto Bolaños con Putas asesinas y Boquitas pintadas de Manuel Puig, ambas tan atrapantes como innovadoras. Pero de ellos hablaremos en otra nota; por ahora les dejo la sugerencia de aprovechar lo que queda de las vacaciones con los grandes escritores que latinoamérica nos ha dado, que son muchos y dignos de ser lecturas de verano.