Entre Buenos Aires y México DF hay 7.400 km, una distancia que en avión y sin escala se recorre en alrededor de diez horas, pero que cuatro amigos decidieron hacer “mochileando” durante casi nueve meses. El resultado de la experiencia es Plan B Viajero, un blog a modo de diario donde no se cuentan sueños, sino realidades.
Por Bárbara Dibene
Los promotores del gran viaje fueron Gaby y Camilo, una argentina y un mexicano radicado en el país que se conocieron el año pasado trabajando en una pizzería de Capital Federal. La idea fue de ella y aunque al principio era sólo un deseo, con el tiempo la propuesta se hizo firme y sumaron a dos personas al plan, Pedro y Maxi. Hoy, gracias al skype y la suerte de haberlos encontrado en las redes, nos cuentan los detalles de cómo planearon la travesía.
Para empezar, investigamos bastante y vimos que lo más barato era tomarse un tren hasta Tucumán que salía 75 pesos, pero para tener un pasaje había que pasar varias noches en Retiro esperando su venta― recuerda Gaby mientras se ríe y acerca a la pantalla ―. También nos guiamos por comentarios de amigos y conocidos que habían ido al norte argentino, un destino que está “de moda”.
—Sí, pero al avanzar más, nuestra única referencia era la que nos daba la gente que íbamos conociendo. Muchos nos decían “vayan a este lugar, o mejor a aquel otro, no pueden no ver esto”. Tuvimos bastante suerte. —Camilo se rasca la cabeza y recuerda el caso de Purmamarca, una localidad de Jujuy donde el gran atractivo es el Cerro de los Siete Colores. —Al turista se le vende lo bonito,pero por ejemplo en ese lugar están desalojandoa pueblos originarios. Nosotros decidimos ver eso también.
Para este grupo de viajeros los lugares tienen una cara maquillada y otra real, por eso se propusieron desde el inicio convivir con los locales y aprender su cultura de primera mano.—Lo que más me sorprende es como todo se mantiene vivo, como hay tradiciones que llevan cientos de años pasando de generación en generación. Es impresionante. —Gaby estudió Historia del Arte en la Universidad Nacional de La Plata y su interés durante el trayecto fue “insertarse” en la lógica del lugar para aprender lo más posible.
Sin embargo las perspectivas son diversas y para Camilo, la gastronomía es otra de las maneras más fieles de “conocer”. Muchas veces tuvieron que cocinarse ellos mismos, para abaratar costos, pero aún así recuerda los platos más llamativos.
—Hay cosas que hay que probar: el ceviche de Perú que es un plato abundante de arroz y mariscos; el corrientazo de Colombia que tiene arroz, plátanos fritos, frijoles, ensaladas y un pedazos de carne; y los patacones, bananas fritas con queso y salsas. Todo rico, barato y llenador.
En PlanB viajero pueden encontrarse crónicas de viajes y una especie de manual para el mochilero de hoy y de siempre. Los chicos se proponen dar consejos sobre cómo elegir la mochila y qué llevar en ella, cómo manejarse en determinadas ciudades y qué destinos son infaltables. En varias notas remarcan la pobreza de Latinoamérica, la desigualdad, pero también sus ganas de avanzar y generar algo nuevo y transformador.
Actualmente los chicos se encuentran en México y se proponen iniciar un proyecto de muralismo urbano en base a todo lo que han visto en su recorrido. Además, como buenos viajeros, piensan en su próximo destino y dudan entre dos alternativas: volver por tierra hasta Buenos Aires pasando por los países que les faltaron, o irse directamente a Europa y conocer lo que no se vende en el paquete turístico. Gaby saluda con la mano y antes de apagar el skype asegura:
—Nos queda mucho por recorrer pero siempre vamos a volver a Argentina.
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