En pleno proceso de formación y con ganas de aprender desde la práctica, más de 200 alumnos de la facultad de Bellas Artes participaron de la ópera “Dido y Eneas”. Su entusiasmo quedó reflejado en un producto de calidad, fruto del trabajo conjunto y de la dirección y organización de docentes emprendedores que apostaron a sus habilidades.
Por Bárbara Dibene
Imágenes y edición: Florencia Gago y Álvaro Vildoza
En abril del año pasado surgió la primera idea de realizar un proyecto artístico donde los estudiantes de diferentes disciplinas pusieran en práctica sus saberes. La historia elegida fue la de “Dido y Eneas”, basada en la selección del canto IV de la Eneida de Virgilio, que a su vez fue adaptada durante la época barroca por Nahum Tate (libreto) y Henry Purcell (música). Patricia González, titular de la Cátedra de Técnica Vocal I de la carrera de Dirección Coral del Departamento de Música, se puso al frente del proyecto y en conjunto con otros jefes de departamento y la Secretaría de Asuntos Estudiantiles (SAE), abrió la convocatoria para el coro y los roles solistas.
En medio del ensayo final general, Esteban Conde Ferreyra, recibido de la carrera de Dirección Coral y parte de la SAE, se toma unos minutos para hablar con Transeúntes del proyecto que lo tuvo al frente en la preparación del coro y la producción general. “Los primeros ensayos fueron de lectura para ir aprendiendo las partes. Recién a partir del cuarto o quinto encuentro empezamos a trabajar la memoria. Esto fue un gran desafío, porque era la primera vez que los chicos del coro iban a trabajar con movimientos escénicos, vestuario, maquillaje y, por sobre todo, con la memoria”.
Otra de los retos que tuvieron que superar fue el de entrenar la fonética en las cadencias del ingles antiguo. Raúl Carranza, parte del cuerpo docente de la facultad, fue el encargado del aspecto de la pronunciación y de la proyección de la voz en el auditorio. Esteban asegura que “después de estos primeros pasos, pudimos trabajar escena por escena mezclando al coro y a los solistas, hasta llegar a hacer pasadas completas de toda la obra y lograr un buen ensamble”.
El trabajo multidisciplinario es una de las características fundamentales de la ópera y en este caso, permitió que las cátedras cooperen desde su lugar y pudieran conocerse más. “Cuando empezamos con la invitación para participar, nos enteramos de que los chicos de Básica III de Escenografía trabajaban el género durante todo un cuatrimestre. Por eso ellos pudieron trabajar desde las mismas cursadas. Se les presentó la propuesta musical y a partir de ahí, once grupos armaron la suya con respecto al diseño escenográfico”.
El rincón de escenografía y vestuario tiene un movimiento constaste, los actores retrasados buscan sus prendas y se visten donde pueden. Una escalera hace las veces de perchero y entre todos se ayudan para poder pasar rápido a maquillaje. Antonella Dragonetti es quien da las indicaciones y se mueve entre los actores. Ella es parte del área de escenografía y una de las alumnas encargadas del proyecto ganador que lleva a “Dido y Eneas” a una puesta contemporánea, situándolo en un hospital psiquiátrico. “Tuvimos mucho trabajo en la búsqueda de las prendas y después en adecuarlas a cada cuerpo. Estuvo buenísimo el hecho de poder llevar la teoría a la práctica y ver cómo los bocetos cobraban vida. Hoy por hoy ya nos dedicamos a la organización del vestuario y la coordinación de utilería”.
Esteban remarca cómo los chicos lograron adaptar sus ideas a los espacios y recursos disponibles, “para el final habían pensado en colchones, pero eso complicaba al solista porque el colchón absorbe el sonido. Por eso, se buscó otra estrategia, involucrando al grupo de danza contemporánea Aula Veinte. Por otra parte, el escenario tiene una sola entrada y hubo que adecuarse a esa limitación”.
Otro de los grandes trabajos fue el del equipo de música. La coparticipación de alumnos, docentes y profesionales que se prestaron a colaborar, permitió un mejor aprendizaje y que los chicos compartieran tiempo con gente que ya ejerce su profesión. Para este momento, a minutos del comienzo del último ensayo general, el director espera a las cuerdas para repasar la primera escena de la obra.
Juan Almada, docente y continuista, sin abandonar sus instrumentos de cuerda pulsada, se escapa unos minutos para hablar con nosotros. Él es el encargado de tocar la guitarra barroca y el laúd renacentista de siete órdenes. “Toda esta experiencia es muy linda y súper enriquecedora para todos porque te hace trabajar con mucha gente a la vez y conocer sus tiempos”.
El voluntarismo es una de las cosas que todos destacan como positiva y como determinante para el éxito del producto. Para Esteban eso permite pensar en llevar la ópera por fuera de la Facultad y por eso ya se encuentra gestionando otros espacios. “Cuando vimos el video del año pasado nos dimos cuenta de todo lo que habían logrado los chicos estando en el escenario y haciendo un personaje. Estoy muy contento”.
Este sentimiento se repite en el revuelo de los pasillos y la emoción de los protagonistas. Marianela Giménez Finochiaro, parte del coro de Buenos Aires Lírica, tomó el papel de Dido en el primer elenco. “El trabajo fue espectacular porque Patricia logró sacar lo mejor de nosotros y que todos vayamos para el mismo lado”.
Por último, cabe destacar el ingenio de los docentes para crear nuevos espacios de formación también en cuanto a lo teórico. El año pasado se realizaron charlas desde la producción, la historia, el estilo y la caracterización de la ópera a cargo de las diferentes cátedras involucradas.
Hoy por hoy, con la reposición finalizada y un éxito rotundo, esperan que una nueva ópera los encuentre unidos, trabajando.