Desde hace varios meses, Parque Saavedra se ha convertido en el campo de juego de un deporte nuevo y alternativo que conjuga armas medievales, velocidad, reflejos y honestidad. Sus promotores son dos hermanos argentinos que vivieron en España durante diez años, donde lo conocieron y se apasionaron practicándolo. Actualmente tienen gran convocatoria y sueñan con la formación de una liga.
Por Bárbara Dibene
Video e imágenes: Álvaro Vildoza
Sebastián parece una especie de Maestro del jugger. A su alrededor, varios chicos lo ven cortar bambú y escuchan atentamente sus indicaciones: hoy es día del taller de armas. Él y su hermano Lautaro cuentan con la experiencia para fabricarlas, y aunque siempre están dispuestos a prestarlas, ven con alegría la iniciativa de muchos por hacerse la suya.
“Cuando empezamos con esto el año pasado éramos entre cinco y diez personas, pero fuimos creciendo y ahora un sábado con buen tiempo podemos llegar a ser más de cuarenta o cincuenta. Esto tuvo mucho que ver con las redes sociales, el boca a boca de la gente y exposiciones que hicimos como la de vahalla fest, un evento que promueve la cultura medieval”.
Uno de los grandes colaboradores es Francisco, que conoció a Sebastián en la facultad y se convirtió en el primer jugador de jugger en La Plata. “Durante el curso de ingreso, Sebas llevó las armas y por supuesto que me llamó la atención. Al principio jugábamos en su casa, en Verónica, y desde hace un tiempo empezamos a convocar gente y venir al parque. Poco a poco fuimos creciendo y la verdad es que nos llevamos bien, es fácil hacerse amigos”.
A pocos metros, hay varios curiosos que intentan comprender cómo es el juego, ya que los chicos están entrenando con el “mata mata” y quien no lo conoce sólo ve gente agachándose y levantándose todo el tiempo.
“Cuando lo ves primero te fijas en las armas, en su aspecto medieval, y pensás que está re bueno. Pero después, si te interiorizás, vas a ver que es mucho más que eso. Es muy importante la honestidad para el autoarbitraje y el respeto al otro”, opina Francisco. Para él, sería interesante que estos valores se promovieran llevando el jugger a las escuelas como deporte alternativo y herramienta pedagógica.
Cómo se juega
El jugger es un deporte con dos equipos de cinco personas en la cancha y tres de reserva. El campo de juego es un octógono irregular de 40 por 20; en el centro hay una pelota en forma de calavera y los corredores tienen por objetivo buscarla y llevarla hasta el otro lado para marcar un punto. Los otros jugadores son pompfers, quienes llevan las armas convencionales, y el kettenman, encargado de la cadena.
El partido comienza después de contar “3, 1,1, jugger” y a partir de ese momento suena un tambor en intervalos de un segundo y medio. Los dos equipos salen desde sus lugares, en las puntas del octógono, y corren hacia el centro. Cada corredor lucha por la pelota y el resto intenta defender al de su equipo. Cuando alguien toca a otro con su arma lo “mata”. Quien muere debe arrodillarse con una mano en la espalda y está fuera de juego durante cinco intervalos, es decir, cinco “piedras”.
A la hora de recibir golpes son válidas todas las zonas del cuerpo excepto cabeza, cuello y manos que agarran armas. Por golpe se entiende apenas un roce, ya que sólo se necesita que el otro identifique que lo han tocado.
Filosofía
Sebastián deja a su hermano encargado del taller y se suma al “mata mata” con su cadena. “El cadenero es un poco especial ya que mata por ocho piedras en vez de cinco. Cada jugador tiene que ver con qué arma se siente más cómodo, y muchas veces depende de cómo te sentís un día en particular o del rival con el que vas a competir”.
Una de las cosas que tanto Sebastián como el resto de los chicos resalta es que durante los partidos la honestidad es fundamental. El espíritu el jugger requiere que la persona reconozca cuando tiene un error y se agache para contar las piedras que le corresponden, el respeto al otro para no extralimitarse y pedir perdón cuando se comente un error. También se insiste mucho en la seguridad. Las armas están hechas de un material rígido como el bambú, pero están recubiertas con un material acolchado aislante y cinta de tela o cuerina.
“No hace falta tener demasiada fuerza porque apenas tocándote ya te matan”, dice Naiquen, que hace dos meses se incorporó a las jornadas de los sábados. “Lo que más se necesita es velocidad, aire y reflejos. También es importante la templanza, saber reaccionar correctamente cuando vienen a atacarte. Cada arma tiene cierto uso mas o menos predeterminado, por lo que se necesita hacer un análisis”.
Naiquen juega en la posición de corredor, lo que le permite probarse en velocidad. Paralelamente practica artes marciales, pero lo que más le llamó la atención de este deporte fueron las cuestiones éticas que se promovían. “Me encontré con un buen ambiente, son todos muy amistosos y rápidamente te sentís amigo”.
Una de las chicas llega entonces con una torta y se pone a repartir porciones. Todos hacen un descanso, pronto comenzarán los partidos y hay que armar los equipos. Sebastián hará de árbitro junto con otros chicos más experimentados, ya que muchos recién empiezan a jugar y no incorporaron totalmente las reglas. Naiquen esta vez se ocupa de los intervalos haciendo sonar un pequeño platillo.
Todavía no tienen camisetas pero sí un gran espíritu de juego. Recién están empezando y son precursores, ya que en la Argentina apenas hay registro de la práctica del jugger. Sebastián recuerda haber visto un video de gente jugándolo en Resistencia, Chaco, y en Bariloche, pero desconoce si alguno de esos grupos está activo.
La popularidad del jugger no es mucha pero está creciendo, hay núcleos de jugadores en Irlanda, Australia, Alemania, Costa Rica y Estados Unidos, entre otros. Aquí se espera poder armar equipos más profesionalmente, realizar un reglamento a nivel local o nacional, y comenzar a competir en ligas.
Mientras tanto, todos los sábados, los chicos siguen compartiendo su tiempo entre mates y el jugger, un deporte poco convencional que ha logrado unirlos.
El jugger nació inspirado en el juego post apocalíptico de la película australiana La sangre de los héroes. Sus fanáticos alemanes desarrollaron el deporte en los años noventa y crearon sus propias reglas.
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