Dice que a La Rioja sólo viene cada 5 años y que su última novela “En el hueco del día” es una deuda con la provincia que se saca de encima. La maratón paolettiana por la ciudad del norte, en la que el periodista y re fundador del diario “El Independiente” vivió por 20 años, duró 3 días y las conversaciones llegaron a las profundidades de la memoria de una Rioja de los ’60, y se extendieron hasta el papel del periodismo y la creación literaria.
Por Bárbara Dibene y Álvaro Vildoza
Fotos: Álvaro Vildoza
Hace más de cincuenta años, en una Rioja marcada por el éxodo de la juventud y la mano dura aplicada desde Buenos Aires, Mario Paoletti vivió los mejores años de su vida, absorbiendo toda una cultura y un tiempo. “Cuando vengo a La Rioja tengo miedo, hay muchos recuerdos. Me surge una especie de pánico escénico”, confiesa Mario, divertido, ante las más de cien personas que lo escuchan en la Biblioteca Mariano Moreno. Muchos lo conocen como periodista del mítico El Independiente , como autor de libros golpeadoresdecorazón como “Vasco busca vasco”, como profesor de letras o, simplemente, como un buscador de historias.
La propia biografía es lo significativo de su último trabajo en el que hace un viaje en el tiempo: “En los sesenta fui a pedir la mano de mi mujer, ¡por dios qué antigüedad! Con ese recuerdo llegaron olores, sabores, sensaciones. Yo quería escribir una novela con eso treinta años después y en Toledo, era un desafío pero me di cuenta de que estaba preparado. En algún sentido se lo debía a La Rioja”.
Mario recuerda que en esa época los jóvenes riojanos se iban para no volver, dejando atrás una ciudad de mujeres, niños y viejos. Era una ciudad empobrecida, que parecía condenada por las intervenciones federales y gobernantes muchas veces ignorantes que llegaban al poder a través del fraude. Pero también fue la ciudad donde con su hermano Alipio, Daniel Moyano y Ricardo Mercado Luna re fundaron “El Independiente”, un diario que revolucionó absolutamente todo (y del que habrá tiempo para charlar).
De todo eso se nutre para escribir: “Los personajes siempre están basados en personas. Los hombres inventamos poco, todo lo que hacemos es una extensión de lo que conocemos”. Y cuando al respecto se le pregunta por posibles susceptibilidades dice: “La literatura que intenta quedar bien, no imanta. Tiene que haber un delicado equilibrio entre independencia y respeto”.
Tanto respeto hubo en su relato, que no quiso dejar nada afuera. Al final de “En el hueco del día” nos esperan dos sorpresas: un anexo con la historia de dos de los personajes principales, y fotos representativas de cada uno de ellos. “Así me los imaginé yo, y un montón de personas no coinciden, pero qué, ¿no tengo derecho a divertirme?”
“Éramos insobornables”
Cuando la última dictadura militar lo metió preso, le hicieron firmar que renunciaría al periodismo para siempre y falsificaron la firma de su hermano “Tito” sobre la misma promesa. Lo encerraron cuatro años, y transitó las cárceles de Sierra Chica, Caseros y La Plata; cuando salió, lo expulsaron del país.
Mario “Cacho” Paoletti vuelve a La Rioja y llena salas, despierta recuerdos y discute memorias. Es que mucho de todo eso ha sido escrito por él y publicado en El Independiente, que ya cumplió medio siglo, y que tuvo una transformación monstruosa: de un diario que armaba campañas para no pagar los aumentos injustos de la luz a ser el principal medio propagandístico del gobierno provincial. En cincuenta años ocurrieron las detenciones de sus fundadores, los exilios, los miltares, Alfonsín, un pedido de reincorporación de los periodistas detenidos y su rechazo por los que habían quedado, el boom digital y la peligrosa seducción de las multinacionales mineras.
A Cacho, como le dicen sus amigos, le tocó ser periodista acompañando a su hermano, y ahora, sentado en uno de los auditorios de la Universidad Nacional de La Rioja, es el orador de la charla “Periódicos, periodismo y periodistas”. Una de las primeras cosas que dice es “Tito nos enseñó a trabajar”. Y así fue, Alipio reunió a un grupo de personas y logró sacar un diario con una tirada de aproximadamente 13 mil ejemplares, algo insólito. El Independiente se enfrentó al gobierno, pero también supo dialogar, algo también insólito en nuestros días.
Si me preguntan cuál es la obligación del periodista, es la de decir y proteger lo que uno cree, no es la verdad.Mario Paoletti
Mario recuerda de aquella época la historia de Julio César Krause, un interventor enviado por el gobierno de Onganía que se hizo cargo de la provincia de La Rioja en 1966 y que promovió una amenaza constante sobre la sociedad. Su régimen, extremo y avasallante, empezó con la toma de juramento de los miembros de su gabinete. Uno de ellos pronunciaría la famosa frase: ”¡Juro por Dios, la Patria, Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen María, el Espíritu Santo, San Nicolás, todos los santos y los proto mártires de la argentinidad, cumplir y hacer cumplir…!”
Krauce citó a Tito ni bien se dio cuenta del perfil de El Independiente para exigirle que cierre el diario, pero él no le hizo caso y le hizo frente. Muchos vecinos, redactores y lectores fieles, lo ayudaron a hacer custodias para proteger las máquinas de impresión. Entonces “si me preguntan cuál es la obligación del periodista, es la de decir y proteger lo que uno cree, no es la verdad”, concluye Mario.
Por ejemplo, cuando la Nación aumentó a límites impagables la luz a la Provincia, El Independiente lanzó una campaña para que no se pague y restauren los precios, y tuvieron éxito. “Teníamos que hacer algo, la luz era lo único que nos mantenía en la civilización”. Hay que recordar que en aquellos tiempos las distancias eran otras y la pobreza muy grande, que apenas había hombres que pudieran trabajar y se trataba de una sociedad de mujeres y niños.
En 1971 El Independiente se transformó en cooperativa. “Un día Tito nos preguntó ¿vos sos socialista? ¿y vos? ¿y vos? ¿y vos? Yo también, ¿y entonces?”. Por eso, entre el público la mayor tristeza (y asombro) se da cuando Mario cuenta que al volver del exilio junto a su hermano, las personas que habían quedado a cargo del diario no aceptaron su reincorporación. Sin embargo, él nos les guarda rencor y prefiere dejar todo como está. Eso sí, casi al pasar aclara: “con un reconocimiento a Tito me hubiera bastado”.
“La literatura se enseña en la vida”
Miércoles a la mañana, café y bizcochos. Otra vez Mario en la UNLAR, esta vez para hablar sobre literatura, una fiel herramienta que le sirvió en la cárcel para sobrevivir al encierro, y en el exilio para exorcizar el tema.
“Toda la gente que yo conocía ya no tiene cogote”, se burla Mario cuando se acerca un conocido. De esos hay muchos, gente que lo recuerda de sus tiempos en el diario, como profesor, como amigo. También hay muchos jóvenes que hacen fila para que le firmen su última novela,”En el hueco del día” y otras tantas que consiguieron de la “Trilogía Argentina”, integrada por las novelas: Antes del Diluvio (Premio “Castilla La Mancha”,1988), A Fuego Lento (“Premio Quinto Centenario”, 1993) y Mala Junta (1999). Esa tarea le lleva varios minutos, pero a él parece gustarle. Cuando termina, comienza hablando de uno de los trabajos que más revuelo causó, su adaptación de “El Quijote”.
“El Quijote se adelantó 300 años en la literatura. Pero hay muchos que no lo leen porque hay palabras que quedaron en desuso. Lo que yo hice fue muy difícil, cambiarlo sin que se note”. El desafío fue mantener la cadencia y el ritmo, propios de ese lenguaje que hoy nos parece extraño, “yo quería que se pudiera leer de un tirón”.
Una de las obras a las que le tiene más cariño es, sin embargo, un libro de poemas que resultó de su paso por la cárcel. Mario organizó un concurso de poesía en dos categorías: profesionales (para los que alguna vez habían escrito o intentado escribir) y otro para amateurs. “La convocatoria fue un éxito. Muchos eran malísimos, pero ganó el menos malo”, se ríe el autor.
Otra de las producciones que dejó el encierro fue la adaptación en cien poemas de la novela de Marcel Proust, “En busca del tiempo perdido”. “Para mí leerlo fue una revelación, de pronto yo estaba en París en 1906. Cuando lo terminé me puse el objetivo de escribir poemas temáticos sobre los personajes principales y se los daba a leer a mis compañeros. El personaje femenino muere en una parte y eso fue un escándalo. Al otro día un compañero vino y me dijo ‘Albertina no se muere nada’. Entonces negociamos que yo seguiría escribiendo y después veríamos qué hacer”.
Esos poemas fueron encuadernados por uno de los presos al que todos señalaban como un buchón porque había entregado a varios compañeros. Para Mario, había que darle una oportunidad y por eso le entregó todo lo que había hecho para que arme los libros. “Él además era el que achicaba o agrandaba los uniformes de todos nosotros. Sabía de sastrería. En la celda guardaba los retazos y con eso pudo coser las tapas”.
Mario escritor. Mario bibliotecario en la cárcel. Mario periodista, fundador de El Independiente, hermano de Alipio. Mario profesor de letras, buscador de historias. Mario que dice “yo quería vivir” cuando en el país todo era muerte. En tres días de escucharlo uno se hace la idea de una persona atravesada por infinidad de matices que lo hacen único. Hay que leerlo, hay que prestarle atención y saber que la palabra y sus convicciones son las cosas que hoy lo hacen quien es.