El caso de Felipe Miranda, un nene de 11 años que recibió una mano de plástico fabricada en una impresora 3D, no sólo despertó el interés de los medios de todo el país, sino también muchos interrogantes, esperanzas y dudas. Mientras algunos ven en el uso de esta tecnología la tercera revolución industrial, otros advierten que en manos no idóneas puede ser muy peligrosa. Cuál es el panorama de la impresión 3D aplicada a la salud en Argentina, sus potencialidades y desafíos.
Nota: Bárbara Dibene
Investigación conjunta con Álvaro Vildoza e Inka von Linden
Foto: Darwin Research
Felipe Miranda mira a la cámara y saluda con su nueva mano. Toda la atención está puesta en su historia y en las posibilidades que se abren para él. Ahora puede pescar, andar en bicicleta, preparar el mate y sostener lo que sea sin ayuda. Con sólo 11 años ya dio varias entrevistas en horario central y se convirtió en el rostro de Darwin Research, una compañía de investigación y desarrollo liderada por Rodrigo Perez Weiss y Gino Tubaro, quienes le donaron una prótesis fabricada en las impresoras 3D que Rodrigo tiene en su negocio3D Lab & Café, en el barrio porteño de Palermo.
El caso despertó curiosidad, dudas y sobre todo esperanza. Las obras sociales en Argentina, según las disposiciones del Sistema Nacional del Seguro de Salud, están obligadas a cubrir el 50% de cualquier prótesis externa. El problema es que el paciente, limitado por cuestiones económicas, termina eligiendo prótesis que son sólo estéticas. Una que permita movilidad cuesta alrededor de 40 mil dólares o entre 16 y 30 mil euros, un monto inaccesible para el común de la gente. Sin embargo, el equipo de Darwin Research logró una solución con apenas 2 mil pesos, en el que se incluyen horas de trabajo, plástico, tiempo de máquina y los honorarios del diseñador.
Las causas de la diferencia entre costos son la disminución del valor de una impresora 3D, que hoy puede encontrarse en el mercado argentino por 30 mil pesos; y la disponibilidad de archivos en forma online para ser descargados libremente. La mano entregada a Felipe se basó en un diseño digital tomado de E-Nable, una comunidad virtual que se sube archivos y modifica los planos de distintas manos mecánicas que pueden ser fabricadas con partes impresas en impresoras 3D.
Teniendo todo esto en cuenta no resulta extraño que durante los últimos meses, Rodrigo y Gino recibieran más de 500 casos a través de un formulario disponible en Internet. Tampoco lo es que organismos como el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y representantes políticos como el Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich o la Presidenta de la Nación se reunieran con ellos para saber qué estaban haciendo y cómo. Sin embargo, todo quedó en charlas: Rodrigo asegura que “el proyecto hoy es 100% fondeado por nosotros, llevado adelante por nosotros y promocionado por nosotros”.
La continuidad de un emprendimiento de este tipo requiere de avales institucionales, inversión y trabajo conjunto con organismos e instituciones competentes para lograr que la tecnología 3D sea una solución factible y económica para el acceso a prótesis externas. Su trabajo necesita ser fomentado pero a la vez orientado por expertos de la salud y la ciencia para evitar cualquier tipo de riesgo y convertirse, como ellos sueñan, en un centro de investigación y de aplicación de tecnología para la discapacidad y el impacto social.