Cada día, al levantarse, lo primero que Elena Padín Olinik quiere hacer es ir a su librería, ubicada en Esmeralda 882 en la planta baja de un edificio declarado Patrimonio Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Esta rutina, que le dio felicidad por más de 3 años y medio, hoy se ve afectada por la humedad y la negligencia.
Por Bárbara Dibene
Fotos: Librería Helena de Buenos Aires
La librería “Helena de Buenos Aires” funciona desde 1998 en el lugar donde durante 50 años estuvo la sede de la mítica librería anticuaria L’Amateur. Su actividad se desarrolla en el “campo del coleccionismo de libros antiguos, raros y agotados. Principalmente dentro del ámbito de la Literatura Argentina, Latinoamericana y Española; Criollismo y Gauchesco; Historia y Patagonia”. En pocas palabras, sus estantes acumulan años de cultura nacional de un valor inmensurable.
La guardiana de este patrimonio, Elena, atiende el teléfono y enseguida agradece. Se siente reconfortada porque durante la última semana recibió el apoyo de amigos, clientes, medios y desconocidos. Su historia empezó a circular por las redes y rápidamente fue conocida por todos: El 9 de diciembre pasado, en medio de las obras de peatonalización de la calle Esmeralda a cargo de la empresa Dalco S.A, se rompió un caño maestro que provocó la inundación de los 70 metros cuadrados del sótano de su librería.
Desde entonces, 1000 libros fueron desechados por presentarse insalvables, 4000 mil fueron “evacuados” y 16 mil permanecen a la espera en medio de una colonia de hongos. “Recién hoy a las doce del mediodía obtuve la primera respuesta en acciones, la llegada de un deshumidificador que al menos apaleará la situación”. Elena pone su mayor esfuerzo pero admite que el día no le alcanza, debe ver la situación particular de cada libro, fotografiarlo para que queden pruebas y para que ella misma pueda tener un registro de las pérdidas. Aunque muchos quieran ayudar, necesita tener todo controlado.
Después del “boom” a nivel mediático, el lunes se contactó con ella la secretaria del Ministro de Cultura de la Ciudad, Hernán Lombardi, para decirle que “no se habían enterado de la situación” y que se disculpaban. Elena descree de esto ya que realizó la denuncia en diciembre, considerando que tanto la librería como el edificio donde está instalada son Patrimonio Histórico. También recibió una respuesta insólita de Claudio Cané, Director General de obras de Arquitectura de la Ciudad de Buenos Aires, que le echó la culpa de la inundación y pidió hablar con su arquitecto.
Elena sólo pide que las autoridades vean el problema y lo solucionen, ya que la pérdida de los libros es devastadora para la cultura y los hongos son extremadamente contagiosos. Por eso contará con la ayuda de un experto en conservación para realizar un informe de la situación y comenzar a actuar. “Hay material único, con firmas, dedicatorias, cosas imposibles de reponer”, se lamenta, aunque asegura que seguirá trabajando para salvar la mayor parte de las obras.
“Yo soy una guardiana de los libros antiguos. Cuando un coleccionista o un investigador vienen a pedirme un libro yo tengo que dárselo en el mejor de los estados (…) Lo primero que quiero hacer cuando me levanto es venir a la librería. Acá nos juntamos de tertulia con la gente, algo que se perdió, a charlar sobre muchas cosas. Tenemos cariño por la literatura”.
Antes de despedirse Elena vuelve a agradecer, pide que la visitemos pronto para darnos el abrazo correspondiente y asegura: “Me gusta pensar en la librería como un ámbito de encuentro, de unión entre las personas alrededor del arte, la arqueología, la arquitectura…”.