“Yo no hice nada” es la frase habitual que dice un pibe cuando es detenido por un oficial de policía, tirado al suelo, esposado y maltratado.
Por Yésica Sagliocca
Imágenes: Cedidas por el entrevistado
El Conurbano Bonaerense es el escenario elegido para situar las historias y personajes de YO NO HICE NADA, un libro de dibujos artesanal en el que aparecen el homo-erotismo, la vida en los barrios marginales y la represión policial, y que el autor define como reflejo de una realidad que vive y lo golpea.
Josué Marcos Belmonte, también conocido como IOSHUA, nació en Haedo y fue criado por sus padres en la localidad de Libertad, Provincia de Buenos Aires. Hizo poesía y editó por lo menos una veintena de libros con crónicas y relatos. También se dedicó a la música y se animó a tener su propio comic: “CUMBIA GEI”. En este 2015 apuesta a una instalación artística que mezcla dibujos y cumbia, en donde los protagonistas son los pibes que por el sólo hecho de pertenecer a un determinado barrio o por la ropa que llevan puesta son víctimas del gatillo fácil y la represión policial.
“Creo que soy un hombre sensible y cuando te llega información constante, diaria de un nuevo caso de este accionar, si no lo atiendes es porque estás realmente muy fuera de cualquier realidad. Y yo me niego a desligarme de esta realidad que me choca.”
Su edad y su experiencia lo habilitan a abordar estos asuntos. Además, proceder y vivir en un barrio en donde estas cosas suceden a menudo lo dotaron de historias y acontecimientos que vio necesario retratar. “Yo no hice nada” es resultado de eso. Dar cuenta de lo que vive, él y su entorno, junto a la necesidad de una obra nueva que le permitiera aparecer en escena y, en lo artístico, volver a jugar sus mejores cartas.
A la hora de definirse, Josué Belmonte no anda con vueltas. No le interesan las categorías que “inventan los galeristas”, sólo busca que se respete su obra. Durante cinco años hizo poesía, crónica y novela. Nunca se interesó por la escena joven literaria que surgió después de 2001. “Me parece una pose de niños ricos aburridos de los institutos”. Él comenzó a escribir porque sabía que podía hacerlo mejor de nadie. “Querían hablar del barrio y nunca habían cruzado la General Paz”. Ocupó un lugar que para otros era una “pretensión” y para él, su realidad.
El arte no es solamente su forma de mostrar el lugar en dónde vive y quiénes habitan en ese mundo, que sin más el conoce bien. Es su herramienta de comunicación. Pero no hacia los otros. Lo que la gente piense de su obra lo tiene sin cuidado. Pueden tener un buen gesto para consigo, alagar su obra o simplemente ignórala. Ocuparán los huecos de paredes y bibliotecas con sus libros y dibujos. “Mi arte no va a generar ningún piquete, ninguna marcha por la memoria. Nadie reclamará justicia por una obra mía. Esas son decisiones personales que tiene la gente”. El arte para él resignifica empodera y “ofrece algo de belleza contra la horripilación de la muerte”.