“Viajar siempre estuvo entre nuestras pasiones. Dejarlo todo y salir al camino. Sabíamos que afuera había un mundo que escapaba al universo simbólico que teníamos aprendido”. Así es el principio de este nuevo estilo de vida de Lucas y Ludmila, quienes ahora se dedican a escribir y fotografiar, cada día más viajeros y soñadores.
Por Lucía Errecart
Fotos: Gentileza de los entrevistados
Ellos, de 26 y 28 años, hace más o menos dos años solían vivir y transitar las calles de Buenos Aires, hasta que un buen día se sacaron los trajes de psicóloga e ingeniero, cargaron la mochila al hombro y decidieron darle la vuelta al mundo.
“Renunciamos a nuestros trabajos estables, vendimos el auto, el lavarropas, la heladera y con más astucia que otra cosa empezamos un modo de vida distinto, en el que necesitábamos encontrar el modo de autosustentarnos para seguir adelante”.
Es así que su pasión trotamundos encontró su cauce en el mundo virtual. La tecnología se convirtió en una gran aliada para los trabajos freelance, con el blog, la escritura y con sistemas, y de pronto el planeta entero se transformaba en una linda oficina. Ahora ellos eran sus propios jefes y poco a poco los ingresos comenzaron a aparecer, sumándole ahora la venta de postales del viaje anterior y cuadernos artesanales hechos a mano por Ludmila.
Este modo de vida que eligieron les permitió dejar de lado las jornadas de más de 8 horas de trabajo, los jefes, las reuniones, la ropa incómoda y calurosa. Hoy, y desde hace algún tiempo, cualquier playa tailandesa o cualquier casa de té en medio del Himalaya nepalí ofician de lugar de trabajo.
“Nuestro trabajo es estable, lo inestable es la locación. Nosotros no vivimos de vacaciones, vivimos viajando y trabajando”.
“Cuando viajamos intentamos conocer personas más que lugares. Esa premisa, quieras o no, condiciona el viaje. La cuestión ya no radica por recorrer más ciudades, sumar más kilómetros, ni tener mejores fotos en los lugares que se suponen íconos. El viaje pasa por otro lado. No sabemos si mejor o peor, pero al menos es distinto”.
Para los chicos viajar es más un proceso interno que externo, cosa que en la época de las selfies y las redes sociales es un desafío. Intentan vivirlo de otra manera, buscando acercarse a las distintas culturas desde un lugar menos nocivo, tratando de pasar desapercibidos y de inmiscuirse lo más posible en la cultura de cada lugar.
Hoy en día existen muchas empresas aéreas con promociones y facilidades de pagos para estos tipos de viajes, pero estos jóvenes sostienen que de ese modo se perderían los cambios en la geografía, en la arquitectura e incluso en los rasgos de las personas. Es por eso que viajar por tierra se convirtió en la decisión más acertada, donde van percibiendo esas variaciones.
“Un pueblo en la montaña que está a 40 horas por carreta de una ciudad importante y que supone cruzar pasos de más 5.000 metros sobre el nivel del mar, demuestra un carácter especial en sus habitantes. Si uno toma un vuelo de una hora no sabe nada de la ruta ni de las condiciones adversas que hay para llegar ahí. Ya tenemos una primera diferencia a la hora de intentar conocer la cultura. Si a eso le sumamos viajar con reservas, con excursiones y con poco tiempo sólo lograremos tener imágenes superficiales de los lugares. Pero si al llegar por tierra le sumamos llegar con un camionero o con una familia que nos levantó mientras hacíamos dedo, llegamos con un punto a favor: conociendo”.
Según Lucas y Ludmila, los grandes gastos cuando uno está viajando son:
El transporte: “Mientras podemos, preferimos hacer dedo. Es la opción más económica, pero no sólo eso, es una forma sencilla de adentrarse en una cultura. Te acerca a la gente, te abre puertas de casas y te hace entender un poco acerca del lugar por el que estas viajando”.
La comida: “Depende del lugar dónde estemos. En India comíamos en la calle, ahí probamos los mejores currys y dhal. Los mercados son otro gran lugar barato para comer. Y en Europa visitamos mucho los supermercados”.
Y por último, el alojamiento: “Gracias a redes como Couchsurfing y Hospitality Club, uno se puede alojar desde otra perspectiva. No es un alojamiento gratuito, es quedarse en la casa de una persona que vive en el lugar y sobre todo compartir momentos”.
El Blog: Relatos y reflexiones de viaje
“Le ponemos el cuerpo al viaje, le ponemos emociones, y le ponemos palabras. Por eso nos gusta tener un blog. Nos gusta describir los lugares a través de la gente que los habita. Dejamos que el viaje nos transforme e intentamos transformarlo nosotros. A veces también, intentamos sacar sonrisas. Aunque sea preguntando “¿Cómo estás?” a las personas que nos miran con cara rara mientras vendemos postales en las calles de Europa”.
Si bien a este blog lo sostienen tanto Lucas como Ludmila, no es a ellos a quiénes intentan reflejar. Viajando y escribiendo descubrieron que es sobre los “otros” por dónde pasa la cuestión, o al menos, por dónde pasa su cuestión.
“Confiamos que al hablar sobre los otros diferentes, les estamos dando una voz y un lugar en el mundo. Al menos en nuestro imaginario. Consideramos que hablar sobre el otro, es humanizarlo. Es mostrarnos a todos como humanos”.
La idea de ellos no está en intentar ser narradores omnipresentes ni intentar escribir autobiografías, pero no pueden evitar no ser parte del escenario que intentan describir. La escritura es como un refugio, es el modo de procesar y comprender todas las realidades que los rodean.
¿Es posible escribir sobre lo verdadero de un viaje? Hay que reconocer que el recorrido desconoce de temporalidades y cronologías, deviene en recuerdo y es sobre esa imagen adquirida sobre la cual se escribe. El viaje es efímero, y también lo es su condición de viajeros.
“Mientras viajamos nos sentimos vivos. Así de complejo y así de simple. Tal como suena. Sentimos que ahora estamos haciendo lo que queremos. Aunque sea comer siempre lo mismo, dormir en lugares no muy limpios y extrañar a la familia. Sentimos que somos nosotros. Que somos los dueños de nuestro tiempo y por ende de nuestra vida. Somos muy afortunados, también lo sabemos. Por eso, nunca dejamos de agradecer. Nos levantamos cada día agradeciendo por tener un día más”.
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