El sábado, entre la neblina que ocultaba las torres de la Catedral y la proximidad de la veda electoral, el espectáculo musical- teatral Sai Sai desplegó una hora de talento, humor y percusión con ritmos africanos, conquistando a todos en la Sala 420.
Por Bárbara Dibene
Fotos: Álvaro Vildoza
La gente no paraba de llegar. Sacaba las entradas en un angosto pasillo, cruzaba el patio y se ubicaba en una de las más de 300 localidades disponibles entre sillas y gradas. Ni bien dejaban sus abrigos, empezaban la larga cola en “lo de Carmen”, el emprendimiento culinario de pizzas y empanadas de la Sala 420, que nuevamente apostó exitosamente a un espectáculo cultural de calidad.
Cuarenta minutos más tarde del inicio previsto, después de que las panzas al fin se llenaran y los corazones estuvieran más que predispuestos, se apagaron todas las luces salvo una, que siguió a una mujer mientras entregaba papelitos que llevaban frases como “no se puede acariciar con los puños cerrados”, y subía al escenario a bailar una intensa canción de música africana.
Después de contonearse, saltar y mover sus rulos con ritmo y gracia, los aplausos despidieron a Rebecca Vega y recibieron a “Alambres”, un cuarteto de berimbaos, instrumentos de una sola cuerda que son muy propios de la capoeira. Sus integrantes, Ramiro Gonzalo, Eche Macaco, Gastón Diaz y Facundo Balmaceda interpretaron “Angola” y “96”, entre otras canciones, con un sonido metálico, diferente y potente, sorprendiendo a los espectadores.
“Lo que hacemos es jugar con las afinaciones, algo que no suele hacerse en la capoeira”, explicó Gonzalo desde el escenario, “y es difícil, por eso estamos acá con los afinadores”. Luego, antes de su solo, dedicó unas emocionantes palabras a Ramiro Musotto, un reconocido percusionista argentino fallecido en el 2009: “Este proyecto está inspirado en mi maestro, que lamentablemente está en otro plano. Lo que voy a interpretar es una base de él”. Después todo fueron aplausos, silbidos y el hasta pronto de un grupo que promete.
Humor elegante
Leer lo que es Sai Sai y haberlo visto en vivo jamás podrá igualarse. Santiago Piriz, Juan Pedrotta, Sebastián Schneier, Javier Perez y Matías Marro no bajaban en ningún momento las energías. Sus manos se movían incansables, golpeando y sacudiendo los instrumentos, que acompañaban también con gestos de sorpresa, enojo, locura y alegría según los ritmos que llegaban con cada interpretación.
Los cinco llevaban su traje impecable, y a medida que avanzaba el show se perdía un saco, se aflojaba una corbata y la camisa se arrugaba con el movimiento sobre el escenario. Los diálogos, fantásticos, eran una serie de sonidos indescifrables en un africano inventado que hacían reír sin parar a una nena en la primera fila.
Un de las más hilarantes “escenas” fue un diálogo con Dios, en el que Juan “dice” no haber pecado, y luego va confesando y pidiendo clemencia, mientras sus amigos observan la situación. También se destacó un momento de juego entre los músicos, que tirados en el piso y con playmobil y autitos incluidos, desataron las risas con sus asombros y discusiones, que acompañaban con una logradísima percusión con las manos.
¿Lo mejor? El equilibro ideal entre música, teatro y humor, en un show de una hora que vale cada minuto.
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