Por tres días, Jagüé, una pequeña localidad ubicada en la precordillera riojana, será el escenario de un gran encuentro de artistas, visitantes y pobladores. Las historias del pueblo y la de sus habitantes, que inspiraron una novela de Daniel Moyano, serán plasmadas esta vez a través de las intervenciones de bailarines, poetas, fotógrafos, muralistas, escultores, músicos y actores.
Por Álvaro Vildoza
A 380 kilómetros de la capital provincial, se levanta a los márgenes de un río hecho calle un poblado repleto de tesoros, casas de adobe, muleros e historias. Allí, en el último rincón habitado antes de cruzar a Chile, Daniel Moyano, escritor, periodista y corresponsal del diario Clarín en La Rioja, encontró testimonios y personajes que confluyeron, con maestría literaria, en su novela Tres Golpes de Timbal, editada en Madrid en 1989 y ganadora al año siguiente del premio Boris Vian.
Casi medio centenar de artistas provenientes de distintos puntos de La Rioja, provincias vecinas y Buenos Aires, compartirán con los pobladores del 20 al 22 de enero obras de teatro, obras de títeres para adultos y para niños; artes visuales: pintura, elaboración de murales; escultura; música, con artistas locales e invitados; danza; cine; fotografía, con un taller especial de astrofotografía; relatos, historia; diversos talleres, como tejido en telar y construcción de adobe con técnicas ancestrales; cerámica, comidas típicas y destrezas gauchas, entre otras actividades.
Los jagüelinos los esperan con dos obras de teatro, una de títeres (¿verán la luz las antiquísimas figuras guardadas como reliquias?), talleres con sus saberes ancestrales, historias, destrezas, comidas, y una hospitalidad que se multiplica en las casas, en la Iglesia y en diferentes espacios que albergarán a los visitantes.
La novela llegó, en momentos diferentes, a las manos de los organizadores de El Ondulatorio Carlos Ruiz y Patricia Aballay, dos artistas independientes riojanos, aunque ella lleva más de dos décadas viviendo en Buenos Aires. Conmovidos por las páginas en las que Moyano construye Minas Altas, un pueblo en vías de extinción, víctima del progreso y la modernidad, decidieron replicar la búsqueda que Emebé, un joven del pueblo, realiza en la novela para encontrar en el arte y los relatos, la identidad colectiva, el refugio de la memoria en contra del olvido.
Patricia recuerda haberse topado con Jagüé en alguna de sus visitas a La Rioja, hace mucho tiempo. Conoció entonces a uno de sus más famosos habitantes, Don Juan Alarcón Miranda, un chileno de madre sanjuanina, dueño de un circo itinerante y devoto de la Virgen de Andacollo. El hombre, que entre sus hazañas contaba el traslado de un piano a lomo de mula y la construcción con sus manos del templo que protege la imagen de la Virgen -que luego se convirtió en Patrona del Oeste y de la frontera-, fue acaso quien inspiró al escritor cordobés para darle forma a Fábulo Vega, un astrónomo mulero que comparte con Miranda la profesión de titiritero y que, preocupado por la dinamita que levanta nubes de polvo para abrir un camino que arrasará con Minas Altas, designa a Emebé para elaborar un manuscrito con sus historias para salvarlas.
Los títeres, se cuenta en la novela, guardan entre sus articulaciones labradas y sus telas, “las almas de vivos y muertos”. Estos seres, explica don Fábulo Vega, “encierran la memoria amenazada de nuestro pueblo, que es simplemente la historia de una voz. Con estas funciones se despiden de su naturaleza de trapo y de madera para pasar a las palabras que viven en el papel, donde estarán a salvo del furor y la rapiña”. En algún rincón de Jagüé, susurran algunos de sus pobladores, descansan tras soltarse de las manos de Don Miranda, los títeres y sus secretos.
De estrellas, colores y sonidos
El Ondulatorio hace referencia a la sonoridad de la tonada riojana, y también a la propagación de una onda por un medio material o en el vacío, sin transferencia de materia pero con traslado de energía. Además, guarda en su nombre la misión de un personaje de Tres Golpes de Timbal, que conoce una canción que contiene la historia de Minas Altas.
Jagüé, refugio de peregrinos y viajantes, recibirá en este enero bajo sus estrellas colgantes, a los visitantes que recorrieron cientos y miles de kilómetros para encontrarse con las imágenes que creyeron ver mientras leían. Sonarán entre los susurros del viento las quenas y las flautas, se destaparán pinturas que imitarán los colores de la orografía única de la zona. Habrá poetas recitando por las noches, y escultores trabajando bajo el sol cercano. Los cuentos de Daniel Moyano revivirán, algunos, en el escenario natural donde quizás se originaron.
El pueblo ya espera el arribo de artistas y visitantes, y el largo camino que enfrenta sus casas de adobe, será atravesado por los colectivos que llegarán a Jagüé especialmente para el encuentro. Los dibujos brillantes del cielo serán retratados en un taller de astro fotografía. Los cotidianos jagüelinos se registrarán en archivos digitales en una tarea moderna que homenajea a la misión de Emebé.
Desde hace un año exactamente, El Ondulatorio tomó formas impredecibles hasta llegar a la propuesta que invita esta vez. En Buenos Aires, se realizaron rifas, sorteos, peñas, ferias y reuniones en la búsqueda de acercar la precordillera al Río de La Plata. El camino ya fue transitado con éxito.
Los personajes, los relatos y los testimonios que conjugan la novela se encontrarán, gracias a la presentación de la re edición de Tres Golpes de Timbal durante El Ondulatorio, con los hijos y los nietos de los jagüelinos que los inspiraron.
Todos saben que tres días no alcanzan para llegar a descubrir las historias que se guardan allí, a casi dos mil metros de altura sobre el nivel del mar. Por eso, visitantes y pobladores confían en que el encuentro se repita y así, mantener la tarea del resguardo tan viva e indestructible como las palabras.
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