La destrucción del edificio donde asisten más de 600 chicos a estudiar y recibir asistencia alimentaria, motivó reacciones cargadas de afecto. Otra escuela prestó sus instalaciones y cientos de personas se unieron en una red para juntar útiles escolares.
Por Bárbara Dibene y Walter Santisteban
Imágenes de W.S y gentileza de Parroquia Cristo Rey
El domingo 29 de octubre, el incendio de la Escuela Primaria Nº 23, ubicada en las calles 7 y 601, conmocionó a todo el barrio. Nadie podía creer que las llamas consumieran de pronto, y a pesar del esfuerzo de dos dotaciones de bomberos, casi el 60 por ciento de la construcción. Aulas, pasillos, baños y salones quedaron totalmente inutilizables; y en consecuencia, 476 chicos de la primaria, y 210 de la Secundaria N° 81, sin un lugar donde estudiar.
“Cuando llegué me encontré con el panorama y tomé dimensión del hecho. A partir de ahí fue una película de terror y sólo después del mediodía se extinguió el fuego. Nos quedamos con diez maestros hasta la tarde y teníamos una sensación de pérdida”, cuenta apenada la directora de la escuela 23, Iliana Escudero.
Al día siguiente comenzaron las gestiones para que los estudiantes puedan retomar las clases. Se logró la posibilidad de que los alumnos de primaria asistan a aulas prestadas por la comunidad de la Parroquia Cristo Rey, ubicada en 8 y 81. El jueves siguiente se dio el ansiado encuentro.
Susana Castelluccio, vicedirectora de la escuela Santa María de Los Ángeles, la primaria que depende de la Parroquia Cristo Rey, explica que la propuesta de ceder las aulas, que estaban sin estrenar, fue espontánea y tiene que ver con el lema de la institución, “nadie vive para sí mismo”. “Queríamos que fuera tangible la solidaridad, el cariño. Todos podemos pasar por una situación así. Los docentes vemos la escuela como nuestra casa y por eso entendemos el dolor en la escuela 23”.
El jueves bien temprano, a las 7.50, los chicos del primer turno se reunieron en su escuela para emprender el viaje desde el barrio Aeropuerto hasta Villa Elvira. Micros dispuestos por la Municipalidad ayudaron en la tarea del traslado, que se vivió con mucha ansiedad y emoción, y con el agradecimiento constante a los futuros anfitriones.
Con un pasacalle de bienvenida y cálidos aplausos, los chicos de la escuela 23 fueron recibidos con mucha alegría. “Fue hermoso, nuestros chicos armaron todo para esperarlos, súper contentos, con humildad”, recuerda Susana.
Nancy, madre de alumnos de la escuela 23, egresada de esa institución y presidenta de la cooperadora, cuenta que para sus hijos el recibimiento fue muy emotivo. “Los chicos se subieron al micro aplaudiendo y cantando por la escuela, eso a muchos nos erizó la piel”. Ese sentimiento dejó atrás el dolor que vivió el domingo del incendio: “Cada pedazo que se arruinaba de la escuela era una astilla al corazón. Me veía corriendo por su larga galería y no podía parar de llorar. Volvían mis bellos recuerdos de la infancia. La escuela 23 fue parte de mi éxito, me enseñó valores que les transmito a mis hijos”.
Ahora, las energías están puestas en continuar con la restauración de la institución. Los alumnos del secundario utilizan las aulas ya acondicionadas, pero resta mucho por hacer. Se abrió una cuenta para recibir donaciones económicas (ver cuadro) y se busca un espacio físico donde puedan contenerse donaciones como útiles escolares, producto de diferentes cadenas de ayuda que surgieron espontáneamente.
El domingo 5 de noviembre, al mediodía, la comunidad se hará presente en calle 59 entre diagonal 74 y 19, en el local de los Rincón de los amigos, para vender viandas y recaudar dinero. Su fin será poder colaborar con el viaje que tenían programado los chicos de la escuela para conocer el mar.
“Creo que las escuelas públicas son lugares privilegiados para cambiar la realidad de nuestros pibes. Tenemos que mostrarles otros futuros posibles, decirles que no todo está perdido”, considera Ileana mientras reflexiona sobre su esencia como docente. “Tuve que ser fuerte porque era mi responsabilidad y conté con el motor de mis compañeros”.
Iliana agradece la solidaridad de vecinos, familiares y a la comunidad en general por su gran cariño a la institución. Destaca también con emoción la red que se armó para ayudar y enfrentar juntos lo que el fuego amenazó con llevarse, las ilusiones de concluir otro año lleno de aprendizajes.
Del otro lado, el agradecimiento también se hace sentir. En persona y virtualmente, madres, padres y hermanos expresan su sentir sobre la situación y la responsabilidad que asumieron los directivos y docentes. En el facebook Merceditas San Martín, que surgió para mantener el contacto constante, se leen mensajes de cariño como: “Gracias les damos por lo que día a día hacen por nuestros hijos para que no pierdan el año”, “Los milagros existen si se cree en Dios. Desde ahora vamos todos unidos porque somos una familia grande” y “Fue una semana muy dura, hicieron y hacen muchísimo por nuestros chicos. Estoy orgullosa de pertenecer a la escuela 23. Gracias de corazón”.
Gracias por hacer visible nuestra realidad.
Ahora vamos por el nuevo edificio de la primaria 23!!!!
Nuestros alumnos se lo merecen!!!!