“Titucha” era el apodo con el que se conocía a Delia Estela Perrando de Rovati, quien 30 años atrás comenzó a rescatar y proteger animales que encontraba en la calle. Hoy, su hija, su nieta y muchos colaboradores mantienen con esfuerzo y cariño el refugio que lleva su nombre.
Por Bárbara Dibene
Fotos: Facebook oficial
“A Titucha sólo lo conocíamos de nombre, porque lleva más de 30 años trabajando en la ciudad. Al rescatar a nuestros primeros perros callejeros cada una de nosotras empezó a involucrarse en la problemática canina de nuestra ciudad, y fue eso lo que nos llevó a enviar un mail preguntando cómo podíamos ayudar”, recuerda María Gottelli, una de las actuales voluntarias del refugio que alberga a más de 900 perros.
Delia Rovati y Delia Brown, hija y nieta de la fundadora, son las actuales responsables del lugar que desde hace 10 años se convirtió en asociación. Todo se hace a pulmón, por lo que se organizan grupos para acondicionar las instalaciones, cortar el césped, pintar cuchas, acompañar a los animales para fomentar la sociabilización, organizar colectas, retirar donaciones, y decenas de tareas más.
Después de aquel mail, María comenzó a ser parte de la organización y se dio cuenta que podía hacer mucho por los perros callejeros. “Por día nacen muchos perros que no son queridos y los abandonan a su suerte (…). Es cuesta arriba tratar de salvarlos a todos, pero seguimos trabajando y canalizando nuestra energía de la forma más eficiente”.
Una de las cuestiones que más preocupa a “Titucha” es el maltrato animal, por eso apoyan e impulsan el cumplimiento de la ley 14.346 que lo prohíbe considerando maltrato: no dar de comer diariamente, imponer castigos dolorosos, hacerlos trabajar sin descanso adecuado, estimularlos con drogas, emplearlos en el tiro de vehículos cuando no están en condiciones y excede sus fuerzas. Por otro lado, la ley define como crueldad animal a la mutilación, organización de peleas entre animales e intervenciones quirúrgicas sin anestesia, entre otras cosas.
Del refugio nos gusta su energía, que es sinónimo de vida, de segundas oportunidades. Cada perro te llega de un modo diferente y se vuelve una nueva ocasion para hacer lo correcto.María Gottelli
Para María y el resto de los voluntarios del refugio si una persona tiene un animal debe comprometerse a cuidarlo con todo lo que eso implica (comida, techo, salud) y si el animal nació en abandono debería buscarse la forma de sacarlo de esa situación. “Lo ideal y por lo que se está luchando es por la existencia de un Hospital Veterinario Municipal Gratuito. El que hay en la actualidad cobra un arancel, que si bien es bajo hay familias que no pueden afrontar ese tipo de gastos. Zoonosis es otro lugar donde se castra en forma gratuita, pero tristemente los turnos son pocos y muchas veces está cerrado por falta de luz (como sucedió este verano) o por falta de suministros como la anestesia, lo cual es inaceptable”.
Esta situación de vulnerabilidad requiere de gran compromiso y por eso “Titucha” recibe donaciones para la compra de alimentos y remedios, mantenimiento del predio y pago de mano de obra calificada. También recibe con brazos abiertos el tiempo de las personas que quieran participar como voluntarias en diferentes áreas.
“Nuestra relación con los animales se basa en el respeto a la vida. Cada uno de ellos tiene su personalidad, y cuando los conocés es fácil llevarte bien. Muchos sólo buscan una mano que los acaricie después de un pasado de maltrato y soledad (…) Ayudarlos es una tarea muy satisfactoria y es inevitable que termines enamorándote de ellos, ya que sólo devuelven amor y fidelidad”, reflexiona María y deja la invitación a que todos pasen por esta motivadora experiencia de solidaridad.
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