Un Poyo Rojo y el fuerte latido del lenguaje corporal

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Los creadores de este espectáculo buscaron armar un dúo con pequeños matices cómicos y así poder encontrar en el movimiento, formas de contar diferentes tipos de relaciones entre dos hombres utilizando elementos de la danza y del teatro.

 

Por Lucía Errecart

Fotos: Gentileza de los entrevistados

Un Poyo Rojo comenzó a tomar vuelo a fines del 2008 de la mano de los bailarines Nicolás Poggi y Luciano Rosso, cuando estaban buscando innovar desde el movimiento creando una pieza de danza contemporánea.

“Habíamos estado probando cosas en varietés y había química entre nosotros. Cuando nos eligieron para hacer la pieza en un festival callejero, le pedimos a Hermes Gaido que nos ayude desde la dirección; él venía del palo del teatro y nosotros de la danza y nos gustaba la idea de mezclar las disciplinas”, nos contó Luciano.

Un tiempo más tarde, y gracias a ese material, consiguieron un subsidio de PRODANZA para la composición de la obra completa que estrenaron en abril del 2010 en el Espacio Cultural Pata de Ganso, en Buenos Aires, teniendo una reacción positiva del público. Es así que todo empezó a tomar forma y comenzaron a hacerles un lugar en la escena off de Buenos Aires que los llevó en noviembre del mismo año a realizar una gira por Madrid, Barcelona, Valencia e Islas Canarias, en el marco del 1º Circuito Iberoamericano de la Red de Teatros Alternativos de España.

Hermes Gaido, amigo y compañero de los chicos, tuvo la decisión de incluir la realidad de lo cotidiano en escena, cosa que les costó incorporar al principio pero con el tiempo sintieron que esta iniciativa llegaba al público de manera grata y así fueron de a poco y por más.

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“Justo en el período de la búsqueda y la creación vivíamos los tres juntos en un centro cultural en San Fernando. La obra nació de ahí, de la relación que tuvimos con Nicolás. Mucho de lo que se imprimía en escena eran cosas de nuestra vida cotidiana, nuestras verdades, deseos y obsesiones”.

El nombre del espectáculo es un juego de palabras entre el apellido de Nicolás (Poggi = Poyo) y el de Luciano (Rosso = Rojo). Así fue que definieron el vestuario y la escenografía, elegidos antes de tener la obra completa, buscando el material en las riñas de gallos. Todo fue tomando una forma más amalgamada desde la mirada de Hermes y con las propuestas que iban tomando en el hacer de las funciones.

En 2011 convocaron a Alfonso Barón para que reemplazara a Nicolás, juntando así a dos cuerpos extraños que no habían trabajado antes y de alguna manera se iban conociendo en escena, donde aún contaban la relación de los dos amigos.

Aunque llevó su tiempo, la historia se modificó para mejor, hicieron cuatro temporadas en el Teatro del Perro, en Chacarita, y durante esos años de exposición conocieron a la productora francesa Quartier Libre, quienes los convocaron para el Festival Off de Avignon el año pasado y ahora están llevando adelante una gira europea de seis meses que incluye Francia, Italia, España, Alemania, Nueva Caledonia y Suiza.

Cuando la función se pone en acción pretende contar la historia de un primer beso, donde no se usan las palabras sino la expresión del cuerpo, su movimiento y dramatización. A este lenguaje le suman una radio que sintonizan en vivo en cada función, lo que les genera el desafío de improvisar y transformar el material que va surgiendo, manteniéndolos presentes en la escena.

“Este es el séptimo año que hacemos la función y nos seguimos enamorando cada vez más.
Sentimos y pensamos que es una obra que está viva y que hay islas ahí dentro que están abiertas a seguir creando”.

Pasaron por aquí y dejaron su firma...

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