Por Bárbara Dibene
Sé que se dice y muestra mucho por estos días. Sé que todos permanecemos atentos a los pedidos de ayuda, muchos por las redes sociales, otros tantos por comentarios de conocidos. Hace más de 72 horas estamos en movimiento con trapo y lavandina en mano, con manos ocupadas ordenando ropa, con ropa mojada de limpiar paredes y pisos, con el piso apareciendo debajo del barro.
Sé que fui lenta, pero creo que hoy realmente tomé conciencia. El día del temporal, martes 2 de abril, simplemente noté una lluvia larga, pesada. Y noté mi imposibilidad de moverme de donde estaba. Fue el llamado desesperado de una pareja amiga la que me despabiló. Ellos caminando a oscuras entre medio metro de agua por 3 y 60, ellos entrando empapados, ella llorando, él teniéndola fuerte. Ellos contándonos del susto y la impotencia. Nosotros haciéndoles un té y mandándolos a bañar con agua bien caliente.
Esa noche fue oscura y ruidosa. No dormimos bien, las líneas de teléfono no andaban. Pero nunca imaginamos lo que al otro día íbamos a ver en los medios. Muertos. Desaparecidos. Casas destrozadas. Muebles en la calle. Bolsas y bolsas de basura. Comercios cerrados. Desesperación.
Hoy vi de cerca la zona del cementerio y me impresionó. Perder mucho duele, son años de laburo, de acopio, de elegir la ropa que te gusta y armarte la biblioteca. Es el refugio, el lugar en el mundo. No me lo imagino, pero lo veo.
Agradezco a todos los anónimos acercándose a ayudar, y a todos las amigos que hoy bancaron a la familia de otra gran amiga. Y recuerdo la necesidad de un estado fuerte, porque nuestra ayuda es una gran ayuda, pero faltan obras, inversión y planes a corto y, fundamentalmente, a largo plazo. Hay casas por construir desde cero; el abrigo y la comida son para el día a día, pero hace falta más y eso queda en manos de la municipalidad, provincia, nación. Amiguensé capos.
Gente gobernante no se abatate, hay voluntad de la gente, que haya interés, conciencia y plata de la suya.